Es muy difícil para mí escribir sobre Melancholia porque no me veo capaz de poder expresar con palabras todo lo que transmite está película. Intensa, intimista, abrumadora, preciosa, …toda ella es como un poema; uno de esos poemas dulcemente melancólicos pero profundamente conmovedores.
Ya desde el arranque, de una increíble intensidad narrativa y visual, con unas imágenes que casi parecen fotografías en movimiento y con un acompañamiento musical brillante (el preludio de Tristán e Isolda de Wagner) sabemos que estamos a punto de ver algo extraordinario, puede que aún no sepamos si la historia va a gustarnos o no, pero ya desde ese momento, sobrecogidos e hipnotizados, nos rendimos a lo que el autor quiera contarnos, nos convertimos en su cautiva audiencia.
Melancholia, narra principalmente la historia de dos hermanas y sus circunstancias los días posteriores a la aparición de un planeta de un tamaño diez veces mayor que la Tierra, llamado precisamente Melancholia, que se está acercando peligrosamente y amenaza con chocar y acabar con la vida en nuestro planeta. La historia se desarrolla en dos actos y se desvela a través de las miradas de estas dos protagonistas: Justine (Kirsten Dunst) y Claire (Charlotte Gainsburg), dos mujeres diferentes como la noche y el día, pero complementarias en su visión del mundo y de la vida. Justine es un personaje que al principio de la historia parece ir a la deriva. Incómoda en su propia piel, e incapaz de encontrar su lugar en el mundo, poco a poco se va hundiendo en un profundo sentimiento de desasosiego y desesperanza. Claire en cambio, se mantiene firme como una roca, sólida, el único asidero al que Justine puede agarrarse. Sin embargo, a medida que la historia avanza y el alegórico planeta se acerca, veremos como ambos personajes intercambian sus papeles. Mientras Claire se va viendo poco a poco atenaza por el terror que le produce el posible fin de su existencia y la pérdida de cualquier futuro posible para su hijo, Justine parece cada vez más centrada, más sosegada, más en paz… cómo si por fin hubiese descubierto el orígen de su profunda desolación.
Es ésta una historia instrospectiva, contada desde un punto de vista íntimo (¿acaso existe algo más íntimo que el enfrentamiento a la propia muerte?). Lejos de querer narrarnos la historia de la desaparición de la humanidad desde una perspectiva colectiva, Lars Von Trier decide desconectar a los diferentes personajes para mostrarnos los acontecimientos desde puntos de vista únicos: desde la hiperconsciencia de Justine, al terror y la incredulidad de Claire, pasando por la visión naí¯f del marido de Claire (Kiefher Sutherland) quien acabará desvelándose como el personaje más ruin y cobarde de toda la historia.
Por interés del propio Lars Von Trier, avanzamos por la narración primero de la mano de Justine, que poco a poco nos contagia de ese sentimiento de inevitable fatalismo, para luego ir de la mano de Claire y debatirnos entre la angustia o asirnos a cualquier resquicio de esperanza. Y todo ello sin estridencias, a paso lento pero firme, para conducirnos, como si de un largo paseo se tratase hacía un apoteósico clímax cargado de profunda emoción.
A pesar de todo, no es una película fácil ver si no te gusta el cine de Lars Von Trier, lo reconozco. Pero si te gusta el estilo del director danés, incluso si mantienes una relación amor/odio -como es mi caso- con él, no deberías, bajo ningún concepto, perderte esta maravilla.
Aficionada al cine fantástico y de terror.
Creadora y coordinadora del blog Fantascine y codirectora del podcast sobre cine fantástico, ciencia ficción y terror Atmósfera Cero.