Fantascine

Sitges 2011: Melancholia, la insoportable levedad del ser según Von Trier

Es muy difí­cil para mí­ escribir sobre Melancholia porque no me veo capaz de poder expresar con palabras todo lo que transmite está pelí­cula. Intensa, intimista, abrumadora, preciosa, …toda ella es como un poema; uno de esos poemas dulcemente melancólicos pero profundamente conmovedores.

 

Ya desde el arranque, de una increí­ble intensidad narrativa y visual, con unas imágenes que casi parecen fotografí­as en movimiento y con un acompañamiento musical brillante (el preludio de Tristán e Isolda de Wagner) sabemos que estamos a punto de ver algo extraordinario, puede que aún no sepamos si la historia va a gustarnos o no, pero ya desde ese momento, sobrecogidos e hipnotizados, nos rendimos a lo que el autor quiera contarnos, nos convertimos en su cautiva audiencia.

Melancholia, narra principalmente la historia de dos hermanas y sus circunstancias los dí­as posteriores a la aparición de un planeta de un tamaño diez veces mayor que la Tierra, llamado precisamente Melancholia,  que se está acercando peligrosamente  y amenaza con chocar y acabar con la vida en nuestro planeta. La historia se desarrolla en dos actos y se desvela a través de las miradas de estas dos protagonistas: Justine (Kirsten Dunst) y Claire (Charlotte Gainsburg), dos mujeres diferentes como la noche y el dí­a, pero complementarias en su visión del mundo y de la vida.  Justine es un personaje que al principio de la historia parece ir a la deriva. Incómoda en su propia piel, e incapaz de encontrar su lugar en el mundo, poco a poco se va hundiendo en un profundo sentimiento de desasosiego y  desesperanza. Claire en cambio, se mantiene firme como una roca, sólida, el único asidero al que Justine puede agarrarse. Sin embargo, a medida que la historia avanza y el alegórico planeta se acerca, veremos como ambos personajes intercambian sus papeles. Mientras Claire se va viendo poco a poco atenaza por el terror que le produce el posible fin de su existencia y la pérdida de cualquier futuro posible para su hijo, Justine parece cada vez más centrada, más sosegada, más en paz… cómo si por fin hubiese descubierto el orí­gen de su profunda desolación.

Es ésta una historia instrospectiva, contada desde un punto de vista í­ntimo (¿acaso existe algo más í­ntimo que el enfrentamiento a la propia muerte?). Lejos de querer narrarnos la historia de la desaparición de la humanidad desde una perspectiva colectiva, Lars Von Trier decide desconectar a los diferentes personajes para mostrarnos los acontecimientos desde puntos de vista únicos: desde la hiperconsciencia de Justine, al terror y la incredulidad de Claire, pasando por la visión naí¯f del marido de Claire (Kiefher Sutherland) quien acabará desvelándose como el personaje más ruin y cobarde de toda la historia.

Por interés del propio Lars Von Trier, avanzamos por la narración primero de la mano de Justine, que poco a poco nos contagia de ese sentimiento de inevitable fatalismo, para luego ir de la mano de Claire y debatirnos entre la angustia o asirnos a cualquier resquicio de esperanza. Y todo ello sin estridencias, a paso lento pero firme, para conducirnos, como si de un largo paseo se tratase hací­a un apoteósico clí­max cargado de profunda emoción.

A pesar de todo, no es una pelí­cula fácil ver si no te gusta el cine de Lars Von Trier, lo reconozco. Pero si te gusta el estilo del director danés, incluso si mantienes una relación amor/odio -como es mi caso- con él, no deberí­as, bajo ningún concepto, perderte esta maravilla.

 

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